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Investigadora PUCV Dra. María Ximena Urbina asumirá como Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia

La profesora del Instituto de Historia de la Universidad, ha desarrollado investigaciones destacadas en las líneas de Historia de América Colonial, y, de igual modo, ha realizado estudios sobre la historia urbana de Valparaíso y Viña del Mar.

16.08.18

La destacada investigadora de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Dra. María Ximena Urbina, ha desarrollado interesantes líneas de investigación vinculadas con la Historia de América en los siglos XVI, XVII y XVIII desde la perspectiva de la historia cultural: las interacciones europeo-indígenas en las fronteras del sur del reino de Chile, como la frontera “de arriba”, la “puerta” de Nahuelhuapi y la Patagonia Occidental Insular.

La Dra. Urbina, es Licenciada en Historia, profesora de Historia, Geografía y Ciencias Sociales y magíster en Historia, de nuestra Universidad y Doctora en Historia de la Universidad de Sevilla, España. En su carrera como investigadora, destaca la obtención de 4 proyectos FONDECYT y un significativo número de publicaciones de artículos científicos, libros y capítulos de libros, entre otros.

Asimismo, ha recibido diversos premios académicos, como el premio Mejor Titulada de la Carrera (1996), PUCV; el Premio Miguel Cruchaga Tocornal (2003) de la Academia Chilena de la Historia; y el Premio de Historia Colonial Silvio Zavala (2009), del Instituto Panamericano de Geografía e Historia.

Es miembro del comité editorial de varias revistas y participa activamente en varias asociaciones, como la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile. Hasta que cumplió su período de tres años, en junio pasado, fue miembro del grupo de estudios Historia, de FONDECYT. Además, representa a la Facultad de Filosofía y Educación en el Capítulo Académico.

Para hablar de su trayectoria y líneas de investigación, el valor de los académicos como generadores de conocimiento, y su reciente elección como Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia, nos reunimos con la Dra. Urbina en su oficina del Instituto de Historia PUCV.

¿Cómo nace el interés por estudiar Historia y seguir una carrera como investigadora?

Siempre quise estudiar historia. Soy hija de un historiador de esta Universidad y simplemente, siempre quise hacer lo mismo que él. Durante toda su vida como profesor activo yo ví a mi papá ir feliz a la Universidad: disfrutaba haciendo clases y de la vida académica entre sus colegas, cuando eran los mejores años del Instituto de Historia. En casa, en el café, o donde sea que esté, siempre está inmerso en un mundo de paz y silencio, leyendo y escribiendo. Yo quise esa misma vida.

¿Me podría comentar un poco de los proyectos que se ha adjudicado?

El primer proyecto importante podría decir que fue el FONDECYT postdoctoral, el que desarrollé entre los años 2008 y 2010 en esta Universidad cuando era profesora asociada. En aquel momento, el hecho de estar contratada por media jornada, me permitió postular a este concurso. Luego, postulé a mi primer FONDECYT regular, el año 2012, al que, posteriormente, se sumaron las adjudicaciones en esta misma categoría los años 2015 y 2018. En síntesis, estoy empezando mi cuarto FONDECYT.

En esta misma línea, también me he adjudicado Fondos de Cultura que me han permitido vincular directamente conocimiento y sociedad; estoy incursionando en otro tipo de proyectos CONICYT; y trabajo junto a una postdoctoranda FONDECYT, en la investigación “Redes de circulación: información y cultura material en América bajo el gobierno de los Austrias, s. XVI-XVII”, con la Universidad de Graz (Austria). En otro ámbito, participo como co-investigadora de un FONDECYT Regular en Arqueología, de la Universidad de Magallanes.

De las líneas de investigación, me podría comentar un poco ¿cuáles han sido?

Tengo dos áreas muy definidas y que siguen caminos diferentes. La principal es historia cultural del territorio-maritorio (espacio de mar entre costas). Estudio del proceso en que se fueron configurando las relaciones del hombre (indígena y europeo) con el territorio luego de la llegada de los europeos a América. Me interesa particularmente el territorio entre el río Toltén y el cabo de Hornos, por cuanto era una enorme área casi completamente al margen de la administración del imperio español, vulnerable a otras coronas europeas y, en su mayoría, compuesta por un extendido sistema de costas y archipiélagos bordemarinos, que era visto como la antítesis del modo de vida español.

Al respecto, estudio expediciones españolas e inglesas, formas de transitar el territorio, distintos significados que sus contemporáneos le dieron a él, el proceso en que fueron “apareciendo” estas tierras y gentes para la cultura de Europa, etc. Todo tiene que ver con los proyectos imperiales y las realidades locales en la Época Moderna, y con la historia marítima.

La segunda línea de investigación, es sobre historia urbana de Valparaíso y de Viña del Mar, la que comencé desde que hice mi tesis de magíster con la publicación “Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920”. Sobre ella publico muchísimo menos, pero la cultivo en las clases que hago en el magíster en Arquitectura, Ciudad y Territorio de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV.

¿Cómo se han desarrollado estas investigaciones?

En mi primer FONDECYT postdoctoral, estudié el naufragio de una fragata de guerra inglesa, la Wager, en el golfo de Penas (costas del Pacífico austral) el año 1741. Lo más interesante de esta investigación fue descubrir cómo a partir de un hecho puntual -un naufragio-, se abrió la puerta a un vasto mundo insular poblado de distintos grupos de indígenas con quienes los europeos casi no habían interactuado antes. Con esto quiero decir que a causa de un naufragio se provoca una proyección misional y económica (la explotación misma de los efectos que portaba el barco) desde la provincia insular de Chiloé hasta el cabo de Hornos. El naufragio reconectó “las infinitas islas camino al Estrecho”, como se les llamaba, con Chiloé, e inició una conexión con las coronas de España e Inglaterra.

Luego, en mi primer FONDECYT regular, continué con esta línea de investigación ampliando la mirada desde la coyuntura del naufragio, para estudiar los distintos significados, es decir, las representaciones en documentos y en cartografías, que desde España, Inglaterra y Chiloé se dieron del territorio del bordemar austral, llamado también Patagonia Occidental Insular. De esta manera, se trata de cómo, desde mediados del siglo XVI en adelante, comenzó a “aparecer” un territorio/maritorio. Se trata del lugar que fue ocupando el estrecho de Magallanes y la costa occidental Patagónica en la Historia Moderna europea.

¿Qué le llamó la atención de este tema?

La documentación del Archivo de Indias, de Sevilla, mostraba un mundo insular austral más amplio y conectado con el virreinato del Perú y con las coronas europeas en los siglos XVI, XVII y XVIII, que lo que la historiografía había abordado hasta entonces. Esto es porque al estudiar la Historia de Chile la mayor parte de las veces se hace desde una mirada centralista, investigando sobre Santiago, los españoles, el trabajo de la tierra o el poder, posicionando a Chile de espaldas al mar y asignándole a éste una significación menor.

El proceso en que se descubre por primera vez, se nomina, significa y representa un territorio me parece atractivo. Es el de cuando las cosas nacen. También, porque dada la configuración marítima del territorio, la aproximación a él se debía hacer más sobre la base del conocimiento indígena (chonos, kaweskar y otros grupos): sus dalcas, su forma de navegar.

¿Sus siguientes FONDECYT siguieron esta misma línea?

Si. Mi siguiente FONDECYT regular, que se denominó “Dimensión local de los conflictos imperiales entre España e Inglaterra, la Patagonia occidental insular”, trataba una visión más global del territorio, explicando la importancia geopolítica que tenía para España, Holanda e Inglaterra, ocupar uno o más puntos en el Estrecho de Magallanes o los archipiélagos al sur de Chiloé. No los ocupó, pero en la corte de España en algunas ocasiones se temió que lo haría. Esto hizo que España reaccionara y se generaron nuevas proyecciones hacia el sur, y, a su vez, nuevas supuestas amenazas. Todo tiene que ver con la información y su circulación, y el papel que en ello correspondió a las noticias dadas por los indígenas del sur, a los diarios de viaje publicados, y a la cartografía generada.

Asimismo, el reciente FONDECYT que en teoría comencé a trabajar en marzo, tiene una mirada que amplía ese territorio. Se trata de estudiar la historicidad de la creencia en la ciudad de los Césares, un país supuestamente lleno de oro poblado por indígenas nunca conquistados o por náufragos españoles, que durante los siglos coloniales se creyó que existía en algún lugar cercano al estrecho de Magallanes, o en la Patagonia costera o interior, en la cordillera entre Valdivia y Osorno, en las pampas al sur de Tucumán o en el lago Nahuelhuapi.

De esta manera, quiero estudiar el proceso que conformó la creencia, las expediciones que hubo para buscarla, cómo ellas le dieron sentido a un territorio, el rol que tuvieron los jesuitas, que dieron por verdadera la existencia de la ciudad, y las noticias que los indígenas daban, y que fueron el principal motor de la circulación de la información, entre otros.

¿Qué piensa de esta creencia tan conocida en nuestro país?

Es fascinante: no solo cubrió tres siglos, sino que en la primera mitad del siglo XX dio origen a varios cuentos, escritos desde Chile y Argentina. La creencia en ella fue intensa en Chiloé y algo menos en Valdivia, los dos territorios poblados de españoles que estaban más en contacto con los indígenas y más expuestos a los ataques de extranjeros. La existencia de un campamento o refugio de europeos perdidos (náufragos, sobrevivientes de ciudades abandonadas o destruidas) es completamente factible, y lógica. Afirmo que no es una más de las leyendas áureas medievales trasladadas al Nuevo Mundo, sino que es una verdadera clave interpretativa del territorio más austral del virreinato del Perú.

¿Cuáles son los resultados de sus investigaciones que más le han llamado la atención?

Primero, lo poco estudiada que está la historia marítima de Chile. También, que hace falta estudiar las formas en que se fueron configurando los territorios en América Colonial, en que tuvieron sentido para sus habitantes originarios y los posteriores. Los resultados más visibles son el haber difundido que Chile colonial no terminaba en Chiloé. Es decir, que el sistema de archipiélagos entre el canal de Chacao y el cabo de Hornos tuvo contenido histórico en los siglos XVI, XVIII y XIX. Aysén no comenzó cuando llegaron los colonos ovejeros.

¿Cómo crees que podríamos vincular esta historia con la percepción que el país tiene sobre este territorio?

La mirada centralista de la historiografía ha hecho que la relación del hombre con el mar, o con los cuerpos de agua en general, se estudie poco. En general, se considera a la tierra firme como superior al mar y a los indígenas agricultores como superiores a los cazadores-recolectores marítimos. Pero también, que la historia de Chile termina en el canal de Chacao, o como mucho, en Chiloé. Más al sur se ve solo como lugar de explotación económica o de consumo turístico. Como no se sabe de su historia, pareciera que formara parte de un decorado que ha entrado progresivamente a la Historia en el siglo XX, a medida que va siendo valorado (consumido) por el centro de Chile.

¿Y qué le pasa como historiadora al ver esto?

Yo quiero revertirlo. En mi trabajo, yo reinvindico el sur y el mar. Como investigo con fondos públicos (FONDECYT) me parece de justicia difundir los resultados en Chiloé, Aysén y Magallanes. Viajo mucho a dar charlas en seminarios y en colegios. Soy como un cura párroco. Formo parte de la Sociedad de Historia y Geografía de Aysén y participo mucho con PAR Explora CONICYT de Aysén.

¿Piensa que la Región de Aysén está determinada por el concepto aislamiento?

Absolutamente. Yo creo que está mucho más aislado Aysén que Magallanes. En Magallanes hay un aeropuerto grande, llegan barcos, hay turismo todo el año. En cambio, Aysén, que también es una región, apenas ahora tiene Universidad y sin ninguna carrera de Humanidades, por cierto. El aeropuerto es pequeño, los puertos permiten menos tonelaje, faltan caminos, todo es más caro y la incomunicación es mucho mayor que en Magallanes. Es como el patio trasero del país.

¿Cómo proyecta está pasión que tiene por la investigación con la formación de los estudiantes?

En lo personal, me encanta hacer clases: pregrado, magíster y doctorado, ambos semestres, todo el año, todos los años. A ello hay que sumar la gestión y las responsabilidades como organización de congresos y ser parte de comité de revistas, entre otros asuntos. Aunque me falte tiempo, lo que no me falta es pasión. Dicto el curso de Historia de América Colonial, que comprende dos semestres, así que allí puedo transmitir a mis estudiantes parte de lo que estoy investigando. Y algo me resulta, porque siempre tengo estudiantes que hacen conmigo sus tesis de licenciatura, magíster o doctorado y, varios de ellos, las han hecho como parte de los proyectos FONDECYT, o míos o de otros proyectos en que soy co-investigadora.

Ante la moda de quitar las tesis de los pregrados, yo defiendo la importancia de ellas. Varios de mis alumnos de tesis han publicado en forma individual sus trabajos en revistas indexadas, lo que compromete también parte de mi tiempo. Me encantan los proyectos de la Dirección de Investigación para Pregrado. Desde que se inició el concurso, he motivado a estudiantes para que hagan investigaciones en el marco de ellos, patrocinándolos, porque me gusta, pero también creo que es mi deber. El año pasado dos de ellos estudiaron la imagen del Norte Grande en la revista En Viaje y otros estudian la ciudad de los Césares.

Para mi ser investigador y dedicarme a la Historia es un modo de vida, es lo que se hacer, es lo que me gusta y es lo que hago para ser feliz. En este punto, no me imagino investigando en otra universidad, porque la PUCV es mi casa y quiero que sea cada vez mejor. Voy a seguir trabajando para que en nuestro Instituto se investigue la Historia cada vez más y con mayor calidad, para que sea reconocido como el principal centro del país de investigación en la disciplina.

¿Qué podría comentarnos de su línea de investigación vinculada a Valparaíso y Viña del Mar?

En la actualidad, estoy trabajando como co-investigadora de un proyecto FONDECYT regular, de José Moráis, historiador del arte, sobre la arquitectura neoárabe en Chile, muy visible a comienzos del siglo XX, también en Valparaíso. Sigo estudiando la historia urbana de Viña del Mar: acabo de publicar un capítulo de libro que ofrece una mirada del proceso. También, patrocino a un posdoctorando FONDECYT que en la Escuela de Arquitectura y Diseño estudia la arquitectura colectiva de los cerros de Valparaíso.

¿Ha investigado algo de Viña del Mar?

Desde mi investigación sobre los conventillos en Valparaíso a fines del siglo XIX y comienzos del XX, pude también conocer el Viña del Mar popular, donde los conventillos también existían, junto a los numerosos chalets y palacios. Es decir, estudié el Viña del Mar fabril y el de conventillos, en dos artículos publicados uno en la revista Archivum y otro en Notas Históricas y Geográficas. A ello se suma el capítulo de libro recién mencionado.

¿Cuáles son sus principales fuentes de investigación?

Mi principal fuente de información está en el Archivo de Indias, en Sevilla y en el Archivo Nacional, de Santiago. Luego está el Archivo del Museo Naval, el Archivo Histórico Nacional, y el de la Real Academia de la Historia, todos en Madrid. También, la British Library, en Londres, el archivo histórico de la Compañía de Jesús, en Roma, y otros más.

¿Que podría aconsejarles a las nuevas generaciones de investigadores PUCV?

Si te refieres a estudiantes, me parece que es lo más importante es estudiar y tener buenas notas. Para poder dedicarse a investigar, por lo menos en Historia, hay que ganar becas, y para ello es imprescindible tenerlas. Lo demás es la pasión. Sin ella, todo es forzado y aburrido. Mejor dedicarse a otra cosa.

Finalmente, no puedo dejar de preguntarle por su elección como nuevo Miembro de Número de la Academia Chilena de la Historia ¿Cómo recibió la noticia?

Es un orgullo haber sido elegida en este cargo que es vitalicio y, al mismo tiempo, una enorme responsabilidad, ya que reemplazaré al destacado historiador y Premio Nacional de Historia 1982, Ricardo Krebs Wilckens, en la medalla 32. Pertenecer a esta institución, que es correspondiente a la Real Academia de la Historia de España, implica asistir a las sesiones semana por medio, en Santiago, y trabajar para promover el cultivo de la historia, su difusión, discusión y publicaciones. A mi juicio, se ha valorado un trabajo constante en el tiempo, y, quiero verlo así, es un reconocimiento a mi Universidad.

 

 Por Marcelo Vásquez, Periodista VRIEA PUCV