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Dr. Nelson Niño: “Mirar la música desde Valparaíso nos permite convertir a nuestro entorno en objeto de estudio”

21.11.18

El académico y jefe de investigación del Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Dr. Nelson Niño, en su carrera profesional ha desarrollado dos líneas bien marcadas, la interpretación musical y la musicología. En este contexto, se desarrolló primeramente como intérprete de oboe, para luego dar un paso hacia la investigación, pero sin abandonar sus raíces, lo que le ha permitido transitar sin problemas entre ambas especialidades.

De esta manera, lo podemos encontrar un día dedicado a resolver problemas técnicos propios de la interpretación musical y, al siguiente, investigando algún tópico de su interés. Para equilibrar sus dos facetas, no duda en definirse como un músico en propiedad, manifestando su profundo interés por Valparaíso, ciudad que ha marcado profundamente su trayectoria profesional. Para hablarnos de este y otros temas que han marcado su carrera, nos reunimos con el Dr. Niño en el Instituto de Música de la PUCV, emplazada en el tradicional Cerro Concepción de nuestra ciudad.

¿Cómo se inició su carrera en la música?

Siempre he tenido interés por la música, pero por falta de recursos económicos, nunca tuve de pequeño la oportunidad de ir al Conservatorio, lo que habría sido la situación ideal. Esto me motivó a salir del colegio y optar por estudiar música, respondiendo a una necesidad de muchos años. El mayor problema de esta decisión lo tuve con mi madre, ya que fui el mejor promedio de mi promoción en Colegio Rubén Castro, por lo tanto, ella tenía expectativas distintas para mi futuro.

 

¿Cómo se convirtió en profesor de la PUCV?

Al terminar mis estudios en la PUCV, en el año 1992, me convertí en el primer graduado en Licenciatura en Ciencias y Artes Musicales de la Universidad, lo que me permitió - tras dar mi examen de grado -iniciar una carrera académica. En este contexto, ejercí hasta el año 1998 como profesor y luego – gracias a una beca de la OEA - me fui a Estados Unidos a la Universidad Católica de América (Washington DC), para realizar una maestría en interpretación musical, particularmente en oboe, instrumento de viento en el que me especialicé.

¿Por qué el Oboe?

Me destaqué en pregrado en la interpretación de flauta dulce, instrumento obligatorio para los estudios de pedagogía. Así me convertí en ayudante de esta asignatura y al enfrentar la decisión de un instrumento en el cual especializarse, el profesor Sergio Witto me conminó a estudiar uno de viento y fue así como elegí el oboe, impulsado también por la escasez de intérpretes de este instrumento. Sin duda, hubo una elección en base a la proyección laboral que me daba el oboe que, al ser uno de los instrumentos más antiguos, tiene mucho repertorio. 

Eso fue positivo luego para mi proceso de aceptación en la maestría, por la escasez de intérpretes que también hay en Estados Unidos. 

¿Qué ocurrió tras la maestría?

Una vez terminada la maestría, regresé a mis actividades docentes en la PUCV y fui contratado como profesor asociado. Seis años después, viajé nuevamente a Washington a realizar un doctorado en musicología, lo que me posibilitó ingresar como profesor de planta de la Universidad y, al mismo tiempo, sentirme por primera vez como un investigador, ya que el trabajo del máster fue de interpretación.

¿De qué manera da el salto desde la maestría como intérprete a convertirse en investigador?

Al realizar la maestría, tenía cursos de música latinoamericana como parte del programa que estaba cursando. La profesora de estos cursos, era una gran musicóloga argentina que se llamaba Emma Garmendia, fallecida hace pocos años. Ella detectó en mí ciertas aptitudes investigativas cuando presentaba los trabajos en sus asignaturas y, desde esta perspectiva, me orientó e impulsó a seguir una carrera como musicólogo. Al respecto, recuerdo una frase que me decía siempre: “Chile no necesita oboístas, necesita investigadores”.  

Una vez terminado su doctorado ¿Qué hitos destacaría?

En marzo de 2011, fui invitado a participar en la publicación de un libro sobre los 40 años del Instituto de Música PUCV y, para ello, postulamos al fondo de publicaciones monográficas de la Universidad, lo que nos permitió dar vida a la obra “Nueve miradas a la música desde Valparaíso”. Éste fue el resultado de diversas publicaciones de académicos del IMUS y, en lo personal, fue muy gratificante porque representa el valor superlativo que tiene Valparaíso en mi trabajo.

¿Cuál es el principal valor de esta publicación?

En la portada del libro, aparece una foto con una mirada desde el cerro al mar, donde se refleja la idea de Valparaíso hacia el mundo. En este punto, no puedo dejar de mencionar a otro de los profesores claves en mi desarrollo profesional, el reconocido musicólogo norteamericano Robert Stevenson, quien en la maestría me invitó a ocuparme de la cultura y música de Valparaíso. De esta manera, al volver a Chile promoví en el IMUS esta idea de hacerse cargo del entorno que nos cobija y tras 8 años puedo decir que el cambio cultural de mirar la música desde nuestra ciudad y no desde Europa, ha ido siendo aceptada de manera paulatina por mis colegas.

Además, esta publicación recoge el trabajo de una nueva generación de investigadores que continúa el enorme legado de Margot Loyola Palacios y Carlos Poblete Varas, que son los íconos del IMUS PUCV. Así, tras los 40 años se inicia una nueva etapa en la investigación del Instituto.

¿Ha investigado sobre Valparaíso?

Claro, al regresar investigué qué pasaba con Valparaíso en la década de 1920, en el ámbito de la música docta o de tradición escrita, descubriendo a personajes como Antonio Antoncich, mecenas que desarrolló una labor muy importante en el Cerro Alegre. Luego, realicé un trabajo sobre la visita del músico norteamericano Louis Moreau Gottschalk, quien visitó la ciudad en octubre de 1866 - justo en el año en que Valparaíso fue bombardeado por una escuadra española - jugando como embajador cultural un rol fundamental en la reconstrucción de la música porteña tras este incidente.

En síntesis, hemos reconocido que en el siglo XIX Valparaíso era un centro cultural gravitante de América del Sur, nos visitaban los grandes intérpretes musicales de Europa, porque nuestro puerto era la puerta de entrada al continente. A inicios del siglo XX, la actividad musical fue movida, principalmente, por croatas e ingleses, quienes tenían sociedades musicales y lugares para mostrar las grandes obras en la ciudad. Lamentablemente, tras la construcción del Canal de Panamá, el esplendor de Valparaíso se apagó, ya que dejó de ser puerto obligado para quienes visitaban nuestro continente.

¿Cuál fue su principal motivación para realizar estudios doctorales?

En mi vida siempre me ha acompañado el permanente interés por estudiar y diría que la principal motivación fue una necesidad de conocimiento. Ahora, sin duda, apoyos como el de Emma, son importantes en este proceso, ya que una cosa es querer hacer un doctorado y otra distinta es el tema con que quieres trabajar para obtener el grado académico. Así, sus potentes palabras me hicieron tomar en razón de que la Universidad necesitaba más un musicólogo que un oboísta, lo que significó un importante cambio en mi carrera profesional.      

¿Cómo fue su experiencia en el Doctorado que cursó en Washington?

Los dos primeros años y medio fueron solo estudios teóricos, con muchas asignaturas en la modalidad de cursos y seminarios. Luego vienen los exámenes comprensivos que son muy complejos, ya que las preguntas versan sobre cualquier tema de la historia de la música occidental, lo cual tiene una alta complejidad. En lo personal, tuve que abordar dos de estas evaluaciones, una en música latinoamericana y otra en historia de la música occidental.

Tras aprobar estos exámenes, uno recién se convierte en candidato a Doctor comenzando el proceso de tesis que puede durar desde uno hasta diez años, dependiendo del tiempo de dedicación y la complejidad del tema. En mi caso, estaba apremiado por las becas, así que dediqué todo mi tiempo y ganas a este trabajo.

¿En qué versó su tesis doctoral?

Mi tesis doctoral versó sobre el compositor peruano Celso Garrido-Lecca, quien estuvo 23 años radicado en Chile, por lo tanto, su producción se desarrolló en ambos países. Mi primer objetivo fue hablar de él, ya que era un compositor cuya obra no había sido estudiada en profundidad y, desde allí, simbolizar la importancia que tiene en la creación de música clásica de la región andina.   

Chile integra junto a Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú, la región andina sudamericana y prácticamente no existía investigación sobre los compositores académicos activos en esta vasta zona del continente.

¿De qué manera se interesa por la vida y obra de Garrido-Lecca?

Una vez estando en clases con Emma Garmendia, ella lo denominó como “el más grande de los compositores andinos contemporáneos” y agregó que había vivido buena parte de su vida en Chile, lo que me provocó vergüenza porque yo no lo conocía. Fue muy extraño ver reconocida la figura de Garrido-Lecca en una universidad norteamericana y no en la cual yo me había formado.

De esta manera, al volver a Chile de mi maestría, venía con una espina clavada sobre este compositor, hasta ese momento, desconocido para mí. Empecé a buscar audios y partituras de él por interés personal, así que, al viajar años después al doctorado, llevaba un material importante sobre Celso Garrido-Lecca. En este punto quisiera mencionar que su vida y obra, representaba buena parte de mis intereses personales, como son la música contemporánea, lo andino y, lo principal, su trabajo con Víctor Jara. La mayoría de la gente no conoce que dos reconocidas canciones de este destacado compositor chileno, fueron creadas por Garrido-Lecca.

¿Cuál fue el resultado de esta investigación?

La tesis obtuvo calificación máxima en Estados Unidos y, al momento de hacerla, era la primera tesis doctoral centrada en un compositor andino realizada en este país. En definitiva, siento que fue un tema pionero y que dejó huella, ya que hasta el día de hoy me escriben de todo el mundo pidiéndome datos de Celso Garrido-Lecca y casi sin quererlo, me he convertido en su representante para el mundo, considerando que en la actualidad tiene 92 años y se encuentra totalmente retirado de la actividad musical.

 

Imagino que como parte de esta investigación conoció a Garrido-Lecca ¿Nos podría contar algo al respecto?

Fue un requisito indispensable para realizar mi tesis. Recuerdo que conseguí su teléfono, lo llamé y lo primero que me preguntó fue: ¿qué partituras mías tiene? Le respondí que eran más de 20 y se las nombre una a una. Ahí se dio cuenta que mi interés era serio y, desde ese momento, estuvimos en permanente contacto, sosteniendo largas conversaciones telefónicas mientras realizaba la tesis en Estados Unidos. Quisiera destacar su generosidad y dedicación respecto de las interrogantes que le planteaba.

Fue así como coordiné un viaje a Chile para reunirme con él en Santiago, donde estuvimos dos días completos trabajando sobre su obra, partituras en mano.

¿Cómo fue su regreso a la Universidad?

Lo primero fue traducir mi tesis al español para poder publicarla en Ediciones Universitarias de la Universidad, lo que fue posible en el marco del concurso de publicaciones monográficas PUCV. Es un libro que ha sido muy bien acogido porque es un material único y selectivo, de gran interés para la gente que conoce a Garrido-Lecca.

Pasando a otro tema. Nos podría comentar ¿cómo se realiza la investigación del IMUS PUCV?

El Instituto ha definido 4 líneas de investigación que, en definitiva, son líneas de desarrollo: La composición musical, la musicología o estudio de la historia musical, pedagogía musical e interpretación. Bajo este concepto, todos los profesores del IMUS debemos sentirnos identificados al menos con una, en mi caso es la musicología.

A modo de comentario, quisiera señalar que estimo necesario que la investigación, se complemente con la notable labor que realiza el IMUS en materia de extensión musical y que comprende una serie de conciertos que entregamos a la comunidad, año tras año y que cuenta con un gran reconocimiento y tradición. En este sentido, estamos viviendo un cambio cultural interno que avanza a su ritmo, pero de grandes proyecciones.

¿Nos podría explicar un poco cómo se ha instalado la investigación en el Instituto?

La musicología se inició en Alemania el siglo XIX para rescatar los grandes compositores e intérpretes del pasado – Edad Media, Renacimiento, Clásica – de la música centro-europea. La evolución de este estudio en el siglo XX, nos ha llevado a la figura del musicólogo, como un especialista que estudia la música en su contexto, posibilitando un amplio abanico de posibilidades, desde los bailes chinos que se dan en la Región de Valparaíso, hasta intérpretes como Mon Laferte o el compositor y musicólogo chileno, Gustavo Becerra-Schmidt.

En mi caso, puedo definirme como un musicólogo interesado naturalmente en la música docta de tradición escrita pero también, en la música andina, la nueva canción, el canto nuevo y, en general, en aquellas manifestaciones musicales activas en Chile durante el último tercio del siglo XX.

¿Cómo financian estos trabajos?

Podría decir que la principal fuente de financiamiento externo, la tenemos a través de los Fondos de la Música del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, lo que nos ha permitido producir diversos discos compactos. En cuanto a los FONDECYT, seguimos trabajando en ello y, sin duda, es una deuda pendiente que tenemos y que se complejiza por la escasez de revistas indexadas musicales, lo que siempre limita nuestra puntaje al momento de postular. A modo de ejemplo, en Chile solo existe una y el tiempo de respuesta para los trabajos presentados es de 2 años.  

En cuanto a los fondos internos, hay un apoyo importante de la Dirección de Investigación en el área de la creación artística y, gracias a ellos, he podido producir varios discos compactos. Ojalá pronto se valore la producción de discos y se equipare a la publicación de libros, porque componer, arreglar, ensayar, grabar y mezclar música, es un proceso complejo de meses y que tiene gran valor como material inédito.

¿Qué hay en su futuro como investigador?

Me interesa escribir libros. En la actualidad estoy iniciando una investigación respecto a la producción musical del grupo Illapu, lo que representa abrir cauces nuevos e investigar temas inéditos. Este proyecto se da por un trabajo que realicé con el grupo andino de la década del 70’ “Kollahuara” y que abrió el interés comercial de RIL editores, para realizar obras de grupos más conocidos popularmente.

Finalmente, me gustaría recalcar mi personal interés porque el IMUS estudie la música desde la ciudad, el país y el continente en que habita, evolucionando del tradicional interés por privilegiar el estudio de la música centro-europea y, por supuesto, sumar y fortalecer el legado que instaló Margot Loyola. En síntesis, mirar la música desde Valparaíso nos permite convertir a nuestro entorno en objeto de estudio y, desde allí, proyectarnos al mundo.

Por Marcelo Vásquez, Periodista VRIEA PUCV